El árbol de la ciencia de Pío Baroja

Primera Parte Capitulo XI

De Alumno Interno

(this extract is from the end of the chapter, dealing with El hermano Juan)

.........

Un tipo misterioso y extraño del hospital, que llamaba mucho la atención, y de quien se contaban varias historias, era el hermano Juan. Este hombre, que no se sabía de dónde había venido, andaba vestido con una blusa negra, alpargatas y un crucifijo colgado al cuello. El hermano Juan cuidaba por gusto de los enfermos contagiosos. Era, al parecer, un místico, un hombre que vivía en su centro natural, en medio de la miseria y el dolor.

El hermano Juan era un hombre bajito, tenía la barba negra, la mirada brillante, los ademanes suaves, la voz meliflua. Era un tipo semítico.

Vivía en un callejón que separaba San Carlos del Hospital General. Este callejón tenía dos puentes encristalados que lo cruzaban, y debajo de uno de ellos, del que estaba más cerca de la calle de Atocha, había establecido su cuchitril el hermano Juan.

En este cuchitril se encerraba con un perrito que le hacía compañía.

A cualquier hora que fuesen a llamar al hermano, siempre había luz en su camaranchón y siempre se le encontraba despierto.

Según algunos, se pasaba la vida leyendo libros verdes; según otros, rezaba; uno de los internos aseguraba haberle visto poniendo notas en unos libros en francés y en inglés acerca de psicopatías sexuales:

Una noche en que Andrés estaba de guardia, uno de los internos dijo:

Vamos a ver al hermano Juan y a pedirle algo de comer y beber.

Fueron todos al callejón en donde el hermano tenía su escondrijo. Había luz, miraron por si se veía algo, pero no se encontraba rendija por donde espiar lo que hacía en el interior el misterioso enfermero. Llamaron e inmediatamente apareció el hermano con su blusa negra.

Estamos de guardia, hermano Juan dijo uno de los internos; venimos a ver si nos da usted algo para tomar un modesto piscolabis.

¡Pobrecitos! ¡Pobrecitos! exclamó él. Me encuentran ustedes muy pobre. Pero ya veré, ya veré si tengo algo.

Y el hombre desapareció tras de la puerta, la cerró con mucho cuidado y se presentó al poco rato con un paquete de café, otro de azúcar y otro de galletas.

Volvieron los estudiantes al cuarto de guardia, comieron las galletas, tomaron el café y discutieron el caso del hermano.

No había unanimidad: unos creían que era un hombre distinguido; otros que era un antiguo criado; para algunos era un santo; para otros un invertido sexual o algo por el estilo.

El hermano Juan era el tipo raro del hospital. Cuando recibía dinero, no se sabía de dónde, convidaba a comer a los convalecientes y regalaba las cosas que necesitaban los enfermos.

A pesar de su caridad y de sus buenas obras, este hermano Juan era para Andrés repulsivo, le producía una impresión desagradable, una impresión física, orgánica.

Había en él algo anormal, indudablemente. ¡ Es tan lógico, tan natural en el hombre huir del dolor, de la enfermedad, de la tristeza ! Y, sin embargo , para él , el sufrimiento, la pena, la suciedad debían de ser cosas atrayentes .

Andrés comprendía el otro extremo, que el hombre huyese del dolor ajeno, como de una cosa horrible y repugnante, hasta llegar a la indignidad, a la inhumanidad comprendía que se evitara hasta la idea de que hubiese sufrimiento alrededor de uno; pero ir a buscar lo sucio, lo triste, deliberadamente, para convivir con ello, le parecía una monstruosidad.

Así que cuando veía al hermano Juan sentía esa impresión repelente, de inhibición, que se experimenta ante los monstruos.

First Part , Chapter XI

(from the last third of the Chapter)

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A strange mysterious character in the hospital who attracted much attention and about whom many stories were told, was Brother Juan. Nobody knew where he came from. He always wore a black blouse, sandals, and a crucifix hanging from his neck. Brother Juan preferred to look after the contagious cases; he was apparently a mystic, living ever within himself in the midst of suffering and sorrow.

He was short, with a black beard and gleaming eyes, gentle gestures, and a soft voice. He was a Semitic type.

He lived in a narrow street between San Carlos and the General Hospital. This street was crossed by two bridges with glass windows along them; under one of these, that nearest the Calle de Atocha, Brother Juan had established his den, in which he would shut himself up with a small dog as his only companion.

Whatever the hour they sent for him, there was always a light in his room and he was always awake.

Some said he spent his time reading doubtful books, others said that he spent it in prayer; one of the students said that he had seen him writing notes in French and English books, dealing with sexual pathology.

One night when Andrés was on duty one of the students suggested that they should go to see Brother Juan and ask him for something to eat and drink.

They all proceeded to the back street where he lived. There was a light in his den; they tried to see in, but therc was not a crack through which they might see what the mysterious nurse was doing inside. They knocked, and immediately he appeared in his black blouse.

We are on night duty, Brother Juan, said one of the students, and have come to see if you can give us something to appease our hunger.

Ah, poor fellows, he exclaimed, I am very poor, but I will see if I have anything. He disappeared behind the door, which he carefully shut, and soon afterwards reappeared with a packet of coffee, another of sugar, and another of biscuits.

The students returned to the room of those on night duty, ate the biscuits, drank the coffee, and discussed Brother Juan.

They were unable to agree; some thought he was a man of good family, others that he was a former servant; according to some he was a saint, according to others he was more perverted than saintly.

Brother Juan was the queer bird of the hospital. When he received money, from some mysterious source, he would invite the convalescent patients to a meal and give the other patients things that they needed.

Despite his charity and his good works, Brother Juan produced in Andrés an unpleasant physical, organic feeling of repulsion.

Notes

  • El Hospital General. This vast building in the Calle de Santa Isabel, off Atocha, is now the Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. In the Primera Parte, Cap. XI, Baroja condemns the hospital and its regime roundly. The poor level of hygiene, the inadequate treatment and inferior living standards in the Hospital are confirmed by Moral Ruiz: El Hospital General recibía en sus salas a toda clase de enfermos venidos de Madrid y de provincias y era un vasto caserón adosado al Hospital Clínico del Colegio de San Andrés que se levantaba al final de la calle de Atocha. En una guía de las instituciones y edificios de Beneficencia y Sanidad de Madrid publicada en 1883 se dice que el citado Hospital se componía de una serie de largas salas mal ventiladas y en las que <había mayor número de camas que las higiénemente permitidas >...En este Hospital el joven Baroja inició su contacto con la enfermedad en el tercer año de medicina. The hospital was next to the Faculty of Medicine at the bottom of la calle de Atocha.
  • This extract from Baroja's Discurso de Ingreso into the Real Academica contains a reference to El hermano Juan.

    En general, la mayoría de los estudiantes concluíamos las asignaturas sabiendo muy poco. Nadie se ocupaba en serio de nuestra preparación científica. Cada uno tiraba por donde le parecía. Estuve yo, con alguno de mis compañeros, en un curso de enfermedades que daba un médico en el sombrío Hospital de San Juan de Dios, de la calle de Atocha. Este médico, el doctor Cerezo, con sus patillas a la rusa, escribió una sifiliografía, bastante grotesca, en verso. Trataba bastante mal a las pobres enfermas recogidas allí y se sentía nacionalista, militarista y quería conquistar el peñón de Gibraltar con el submarino Peral. Acudimos a estas conferencias más por curiosidad malsana que por espíritu científico o práctico.

    La primera vez que fui al Hospital General me chocó el ver a un hombre de quien he hablado en varias partes: el hermano Juan.

    Este hombre, cuya procedencia se ignoraba, andaba vestido con una blusa negra, alpargatas y un crucifijo de cobre colgado al cuello. Dormía en una barraca hecha de tablas que había en un callejón entre San Carlos y el Hospital Clínico. El hermano Juan cuidaba por gusto de los enfermos más contagiosos. Era, al parecer, un místico, un hombre cuyo centro natural era la miseria y el dolor.

    Hace dos o tres años volví a hablar en un periódico de este tipo misterioso de tan extraño carácter, y el doctor Marañón me envió una carta haciendo aclaraciones a mi artículo y precisando el tipo de psicopatología sexual del hermano Juan.

    Nuestra vida de estudiantes era la vida corriente del estudiante pobre. Don Ramón Torres Muñoz de Luna nos decía en su clase de Química con cierta solemnidad: «Viven ustedes en un ambiente demasiado oxigenado.» Yo no veía el oxígeno por ninguna parte.

  • El Hospital General. This vast building in the Calle de Santa Isabel, off Atocha, is now the Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. In the Primera Parte, Cap. XI, Baroja condemns the hospital and its regime roundly. The poor level of hygiene, the inadequate treatment and inferior living standards in the Hospital are confirmed by Moral Ruiz: El Hospital General recibía en sus salas a toda clase de enfermos venidos de Madrid y de provincias y era un vasto caserón adosado al Hospital Clínico del Colegio de San Andrés que se levantaba al final de la calle de Atocha. En una guía de las instituciones y edificios de Beneficencia y Sanidad de Madrid publicada en 1883 se dice que el citado Hospital se componía de una serie de largas salas mal ventiladas y en las que <había mayor número de camas que las higiénemente permitidas >...En este Hospital el joven Baroja inició su contacto con la enfermedad en el tercer año de medicina. The hospital was next to the Faculty of Medicine at the bottom of la calle de Atocha.
  • This extract from Baroja's Discurso de Ingreso into the Real Academica contains a reference to El hermano Juan.

    En general, la mayoría de los estudiantes concluíamos las asignaturas sabiendo muy poco. Nadie se ocupaba en serio de nuestra preparación científica. Cada uno tiraba por donde le parecía. Estuve yo, con alguno de mis compañeros, en un curso de enfermedades que daba un médico en el sombrío Hospital de San Juan de Dios, de la calle de Atocha. Este médico, el doctor Cerezo, con sus patillas a la rusa, escribió una sifiliografía, bastante grotesca, en verso. Trataba bastante mal a las pobres enfermas recogidas allí y se sentía nacionalista, militarista y quería conquistar el peñón de Gibraltar con el submarino Peral. Acudimos a estas conferencias más por curiosidad malsana que por espíritu científico o práctico.

    La primera vez que fui al Hospital General me chocó el ver a un hombre de quien he hablado en varias partes: el hermano Juan.

    Este hombre, cuya procedencia se ignoraba, andaba vestido con una blusa negra, alpargatas y un crucifijo de cobre colgado al cuello. Dormía en una barraca hecha de tablas que había en un callejón entre San Carlos y el Hospital Clínico. El hermano Juan cuidaba por gusto de los enfermos más contagiosos. Era, al parecer, un místico, un hombre cuyo centro natural era la miseria y el dolor.

    Hace dos o tres años volví a hablar en un periódico de este tipo misterioso de tan extraño carácter, y el doctor Marañón me envió una carta haciendo aclaraciones a mi artículo y precisando el tipo de psicopatología sexual del hermano Juan.

    Nuestra vida de estudiantes era la vida corriente del estudiante pobre. Don Ramón Torres Muñoz de Luna nos decía en su clase de Química con cierta solemnidad: «Viven ustedes en un ambiente demasiado oxigenado.» Yo no veía el oxígeno por ninguna parte.